La médula del Zen. Las enseñanzas de Bodhidharma presentadas por Red Pine. Parte 2 y final

Editado por Sennin Editores, 2013
Introducción


A pesar de la repentina popularidad del budismo en China, Bodhidharma encontró pocos discípulos. Además de Sheng-fu, que se fue al sur poco después de ser ordenado, los únicos otros discípulos mencionados son Tao-yu y Hui-k’o, los cuales habrían permanecido con Bodhidharma de cinco a seis años. El primero, según nos dicen, comprendió la Vía pero nunca enseñó; al segundo confirió Bodhidharma la túnica y el cuenco, símbolos de su linaje, y –según Tao-hsuan- una copia de la traducción de Gunabhadra del Lankavatara Sutra. No obstante, en los sermones cuya traducción aquí presentamos, Bodhidharma cita sobre todo los sutras Nirvana, Avatamsaka y Vimalakirti, sin hacer uso alguno de la característica terminología del Lankavatara; quizás, después de todo, la preferencia por el Lankavatara fuera de Hui-k’o mismo y no de Bodhidharma.
En la Transmisión de la Lámpara, Tao-yuan afirma que Bodhidharma, envenenado por un monje envidioso, murió el quinto día del décimo mes de 528, poco después de haber transferido el patriarcado de su linaje a Hui-k’o. En la biografía compilada por Tao-hsuan, que es bastante anterior, consta solamente que falleció en las orillas del río Lo, sin mención de fecha o causa del deceso. Según Tao-yuan, sus restos fueron sepultados en las afueras de Loyang, en el templo Tinglin, en el monte Oreja de Oso; y agrega que, tres años después, un oficial que viajaba por las montañas del Asia central se cruzó con Bodhidharma, portando un báculo del cual colgaba una sandalia sola, quien le manifestó que se volvía a la India. Los ecos de este incidente despertaron la curiosidad de otros monjes, que finalmente coincidieron en abrir el sepulcro de Bodhidharma; todo lo que encontraron en él fue una sandalia. Desde entonces, cada grabado o pintura lo representa con el cayado del cual pende el calzado faltante.
El asesinato del emperador Hsiao-wu (en 534) acarreó la división del imperio Wei en dos dinastías, occidental y oriental; la capital de Loyang fue arrasada. Muchos de los monjes que allí vivían se mudaron a Yeh, la capital del imperio Wei del este, dado que allí primaba la poderosa familia Kao, renombrada por su patronazgo del budismo. Allí Hui-k’o eventualmente se encontró con T’an-lin, que había trabajado -en Loyang y luego en Yeh- escribiendo prefacios y comentarios para las nuevas traducciones de los sutras budistas. Al conocer a Hui-k’o se interesó en el acercamiento de Bodhidharma al budismo, agregando una breve introducción al Bosquejo de la práctica. En ese prólogo dice que Bodhidharma provenía de la India meridional, y que a su llegada a la China halló solamente dos discípulos meritorios, Hui-k’o y Tao-yu. También indica que Bodhidharma enseñó la meditación mural y las cuatro prácticas que se describen en el Bosquejo.
Si esto es todo lo que sabemos acerca de Bodhidharma, ¿por qué resulta ser el más famoso entre los millones de monjes que han estudiado y enseñado el Dharma en China? La razón es que es el único al que se atribuye la transmisión del zen en estas regiones. Desde ya que el zen, en cuanto meditación, había sido enseñado y practicado durante varios siglos antes de su llegada; y mucho de lo que tenía para decir en términos doctrinales había sido dicho antes –por ejemplo, por Tao-sheng, un siglo atrás. Pero el acercamiento de Bodhidharma al zen es único; como él dice en estos sermones: “Ver tu naturaleza es zen… No pensar en nada es zen… Todo lo que haces es zen”. Mientras que otros consideraban el zen como la purificación de la mente o una etapa en el camino a la budidad, para Bodhidharma el zen es la budidad, y la budidad es la mente, la mente ordinaria. En lugar de exigir a sus discípulos que purificasen su mente, les señalaba una pared rocosa, el movimiento de los tigres y las grullas, una caña hueca flotando a través del Yangtsé, una sandalia impar. El zen de Bodhidharma era Mahayana, no Hinayana –la espada de la sabiduría, no el cojín de meditación. Como lo hicieron otros maestros, es indudable que instruyó a sus alumnos en la disciplina, meditación y doctrina budistas; pero usó la espada que Prajnatara le había dado para liberar sus mentes de regulaciones, trances y escrituras. Sin embargo, tal espada es difícil de empuñar y más difícil de esgrimir; por eso no debe sorprendernos que Hui-k’o, el único heredero, fuera manco.


Esta comprensión radical del zen no se originó, sin embargo, con Bodhidharma o con Prajnatara. Se dice que un día Brahma, el señor de la creación, regaló una flor al Buda y le pidió que predicara el Dharma. Cuando el Buda levantó la flor y la sostuvo entre sus dedos, los discípulos quedaron confundidos -salvo Kashyapa, que sonrió. Así comenzó el zen; y así es como se transmitió: con una flor, con un muro de piedra, con un grito. Esta perspectiva, una vez que se hizo conocida a través de Bodhidharma y sus seguidores, revolucionó la comprensión y la práctica del budismo en la China.
Los libros no son lo más apropiado para transmitir un acercamiento de esta clase. No obstante, en sus Vidas monásticas ejemplares, Tao-hsuan afirma que las enseñanzas de Bodhidharma fueron puestas por escrito. La mayor parte de los académicos coinciden en que el Bosquejo de la práctica es uno de esos textos, pero la opinión está dividida respecto de los otros sermones que aquí presentamos. Los tres han sido largamente atribuidos a Bodhidharma, aunque en años recientes varios especialistas han sugerido que son el fruto de la labor de sucesivos discípulos. Yanagida, por ejemplo, atribuye el Sermón Torrente Sanguíneo a un miembro de la escuela zen Cabeza-de-Buey, que floreció en los siglos VII y VIII; considera que el Sermón Despertar es una obra de la escuela zen del Norte, de la octava centuria, y que el Sermón Descubrimiento pertenece a Shen-hsiu, patriarca del siglo séptimo de la misma escuela.

 Es lamentable que no exista una evidencia concluyente respecto a la autoría de estos escritos, tradicionalmente atribuidos a Bodhidharma. Hasta el siglo veinte, las más tempranas copias conocidas de estos sermones eran versiones del siglo XIV de los originales de la dinastía T’ang (618-907), reunidos en la colección del museo Kanazawa Bunko de Japón. Empero, con el descubrimiento a comienzos del siglo de miles de manuscritos budistas de dicha dinastía en las cuevas de Tunhuang, contamos en la actualidad con copias de los siglos VII y VIII. Resulta evidente que estos discursos fueron compilados en fecha muy temprana por monjes que consideraban a Bodhidharma como su antecesor. Si no fue Hui-k’o o alguno de sus discípulos, tal vez lo hizo T’an-lin. De todas maneras, a falta de una evidencia convincente en contra, no veo razón para que no los aceptemos como sermones del hombre al que han sido atribuidos durante más de mil doscientos años.

Los discípulos de Bodhidharma fueron pocos, y la tradición Zen que traza su linaje a partir de él no comenzó a florecer hasta unos doscientos años después de su muerte. Dada la espontaneidad y el desapego que caracterizan su acercamiento al zen, es comprensible que estos discursos fueran opacados eventualmente por aquellos emanados de los maestros zen nativos: en comparación con ellos, los sermones de Bodhidharma resultan un tanto ajeno y despojado. Yo mismo los encontré por accidente, en una edición del texto de Huang-po, Fundamentos para la Transmisión de la Mente –eso fue hace ya una docena de años. Desde entonces, me he aficionado a este zen descarnado, y a menudo me pregunté por qué no han llegado a ser objeto de una mayor difusión. Sea como sea, aquí están otra vez. Antes de que vuelvan a fundirse en el polvo de una alguna cripta o biblioteca ruinosa, léelos una o dos veces. Y busca aquello que Bodhidharma trajo a China: busca la impronta de la mente.

Red Pine
Lago de Bambú, Taiwán
Invierno, Año del Tigre