Morir es volver a casa. El gran camino del nacimiento y muerte desde la perspectiva del Won Budismo

Morir es volver a casa. Venerable Yetawon Yich’ang Chon

La Venerable Yetawon Yich’ang Cho ingresó al Won budismo a los quince años. Ha servido como kyomu durante  más de medio siglo, publicando numerosos textos acerca de las prácticas Won, incluyendo Ch’ondo.


La muerte no es el final, sino un nuevo comienzo
Este libro presenta la enseñanza de una maestra del Won budismo respecto de cómo vivir, cómo prepararse para la muerte, y cómo asistir con sinceridad al espíritu de los difuntos.
La palabra “Won-Budismo” (en coreano, Won-Bul-Kyo) es un término compuesto que encierra los conceptos de verdad, iluminación y enseñanza. Won quiere decir “círculo”, y simboliza la verdad suprema. Bul significa “iluminación”, y kyo “enseñar la verdad”. Por consiguiente, el Won-Budismo es el camino que nos conduce a la luz de la verdad.
El Won es un budismo reformado y actualizado, una enseñanza que nos instruye acerca de cómo utilizar la mente. Nuestra vida y el mundo son manifestaciones de nuestra mente, de modo que el conocimiento de cómo utilizarla es la clave fundamental para llevar una vida realizada y satisfactoria.




PRÓLOGO

Cuando su esposa murió, Chuang-Tzu (399-295 AC) entonó una canción, y dijo a su amigo Hui-Shih (380-305 AC), mientras marcaba el ritmo sobre una botella de licor:

[Al morir mi mujer] al principio me entristecí; pero luego lo pensé de otra manera. Desde un principio no hay vida; no sólo no hay vida, sino que no hay forma. Desde un principio, no sólo no hay forma sino que no hay chi (energía). En cierto punto, que no podemos discernir, las cosas se han mezclado, y a partir de esa mezcla surge la energía. La energía se transforma y produce una forma; la forma cambia y da lugar a una vida. La muerte no es más que otro paso en esa cadena de mutaciones, como la sucesión de las cuatro estaciones. Mi esposa debe estar muy bien ahora, descansando en esa confortable y espaciosa habitación. Si me entristezco y lloro, temo que mi sentimiento no ha de ser más que un obstáculo en el flujo de los cambios. Es por eso que he dejado de llorar.

Chuang-Tzu consideraba la muerte sólo como un estadio en el devenir de las estaciones, de modo que podía cantar y beber al morir su esposa. La mayor parte de la gente no se comporta así. Para casi todos nosotros, la muerte es un hecho extraño y doloroso.

Sin embargo, veámoslo desde otra perspectiva. La muerte nos lleva al hogar del alma, al sitio en el que estábamos antes de entrar en el seno de nuestra madre. ¿Por qué, entonces, el mundo de los muertos nos parece tan ajeno y desconocido?

Nadie está excusado de realizar el viaje a ese mundo, por poco familiar que nos resulte. La posición social o la riqueza no cuentan para nada: la muerte no discrimina. Hay que saldar las cuentas, aunque la mayor parte de nosotros no estemos preparados cuando la muerte se anuncia. Ya que es inevitable, ¿cómo podríamos sacar algo bueno de esta visita al mundo de ultratumba? ¿Cómo prepararnos para el viaje?

Hubo ocasiones en mi vida que me hicieron prestar especial consideración a la muerte. El primero de esos incidentes tuvo lugar cuando empecé mis estudios en el centro Yongsan Zen, un año después de tomar los votos como monja Won budista [en coreano, kyomu]. La oficina central había instituido por entonces la segunda edición de un concurso doctrinal, del cual podían participar todos los miembros de la orden, agrupados por regiones. Yo tenía diecisiete años, y era quizás un tanto joven para abarcar con seriedad los temas de la vida y la muerte. No obstante, el título de mi disertación en el concurso fue La vida y la muerte son lo más importante.

El segundo incidente ocurrió hacia el final de mis estudios en Yuil Hangrim, la institución que precedió a la Universidad Wongwang. Tenía por esa época veintisiete años, y empecé a sufrir unos dolores de cabeza tan fuertes que tuve que dejar de estudiar. Este incidente me hizo replantearme muchas cosas, y me llevó eventualmente a una pregunta: “Si desperdicio mi vida de esta forma, ¿cómo habré de prepararme para morir?”. Comprendí que mi trasfondo social, que hasta el momento me había parecido tan importante, y mis logros académicos, a los que consideraba un reflejo de mi capacidad, no servirían de nada cuando tuviera que enfrentarme con la muerte.

La tercera ocasión tuvo lugar cuando me desempeñaba como directora de catequesis en el templo Chongno. En esos días me sentía abrumada por el trabajo; en ocasiones, cuando cerraba los ojos, tenía alucinaciones en donde aparecía la imagen de la palabra "muerte". De inmediato solicité una licencia, para cuidar de mi salud.

En una ocasión tuve la oportunidad de impartir enseñanzas sobre la sección "Acerca de la Orientación" [en coreano, Ch’ondop’um] de los "Discursos del Gran Maestro", en el centro Zen del Won budismo, en el Cerro Oriental. Esta sección contiene instrucciones para guiar de manera apropiada las almas de los muertos. En ese momento pensé que algún día habría de escribir al respecto. Más de veinte años transcurrieron antes de publicar un pequeño folleto titulado Ch’ondo [Orientación], que contiene un bosquejo de mis ideas sobre el tema –eso fue después de la construcción del Centro de adiestramiento Samdong.

Desde entonces, he realizado numerosas ceremonias de orientación para los muertos. He llegado a comprender que las almas no son visibles, lo cual no significa que no tengan existencia. Las almas existen, aunque la mayor parte del tiempo descartamos esa idea como una superstición; darles una orientación adecuada es un asunto de la más grave importancia. E igualmente importante es orientarse a uno mismo mientras todavía estamos en vida.

Existen numerosas almas en el aire, en el océano, sobre y bajo la tierra; son las almas de aquellos que sufrieron una muerte cruel en accidentes inesperados, en las guerras, o protestando contra la injusticia. Están llenas de rencor, y si no las guiamos apropiadamente en su existencia de ultratumba habrán de continuar vagando en los suburbios del mundo de los vivos. Entre nuestros antepasados debe haber también almas errantes que necesitan una adecuada orientación, así como los innumerables fetos que perdieron sus vidas duramente obtenidas en el útero materno. Siempre me digo a mí misma que es responsabilidad de nosotros, los que estamos vivos, ayudar a salvar a todas esas almas errantes.

Mi edad y la preocupación por los otros me han llevado a redactar este texto. Espero que ayude a cada lector a orientarse en esta vida de modo que al partir pueda trascender la muerte y alcanzar el plano de la no dependencia del ir y venir. Asimismo, confío en que este libro sea de asistencia para aquellos cuyas almas enfrentaron una muerte inesperada -que les permita redimir su rencor; y para los que han estado apegados al karma, que puedan liberarse por sí mismos y alcanzar el nirvana.

Yich’ang Chon, otoño de 1995
Centro de adiestramiento Samdong
Polgok, provincia de Ch’ungnam, Corea del Sur