El trabajo interior - Sri Anirvan

Noticia biográfica.
Tomado del libro El trabajo interior publicado por Sennin Editores

Sri Anirvan nació el 8 de julio de 1896 en el pueblo de Mymensingh, Bangladesh, cerca del poderoso Brahmaputra. Su nombre original es Narendra Chandra Dhar; los padres, hindúes de la culta clase media pertenecientes a la casta de los Kayastha, eran piadosos y afectuosos. El niño creció en una atmósfera de amor y armonía; a los once años había memorizado la gramática sánscrita de Panini y recitaba un capítulo diario del Bhagavad Gita, cosa habitual en la educación hogareña de la mayor parte de los niños de su edad y condición. También frecuentó una nueva escuela establecida por la administración británica, donde la enseñanza era no tradicional.
Narendra era introspectivo por naturaleza, y amaba la soledad. Cuando tenía sólo nueve años tuvo una experiencia interior que lo afectó profundamente: vio que el cielo con sus miríadas de estrellas entraba en su interior. Se sintió amplio, libre y desapegado como el cielo. La experiencia dejó una marca para toda la vida: se volvió un seguidor del Vacío.
A los dieciséis, terminada la escuela secundaria, Narendra se trasladó a Assam para vivir con Swami Nigamananda, el maestro a quien toda su familia veneraba. El guru estaba construyendo un nuevo monasterio en tierras vírgenes cercanas a Jorhat. Allí Narendra unió sus fuerzas a las de otros discípulos que limpiaban el terreno, cavaban pozos de agua, araban y construían edificios. La tarea era dura y sin concesiones, y Narendra se entregó completamente al servicio. Sin embargo, a los pocos meses llegó la noticia de que le había sido otorgada una beca estatal para estudios superiores; Swami Nigamananda lo instó a continuar su educación. Primero en Dhaka y luego en Calcutta, estudió sánscrito y filosofía Hindú durante seis años, obteniendo el primer puesto en el examen final de la Universidad de Calcutta.

El joven erudito regresó al ashram a los veintidós años. El monasterio había crecido velozmente luego de los esfuerzos iniciales, y contaba con más de cincuenta residentes. Narendra dio clases en la escuela del ashram, editó su periódico y fue asumiendo otras responsabilidades con el tiempo. En efecto, el Swami lo estaba preparando para que fuera su sucesor; lo inició en el sannyasa [votos monásticos] y le dio su nuevo nombre, Nirvanananda. Al retirarse a Puri, dejó a su discípulo a cargo del monasterio. Durante doce años cumplió Nirvanananda su tarea, hasta que sintió que nuevas fuerzas se agitaban en su interior. Su alma buscaba una liberación de los cuidados del ashram que, al ir desarrollándose, generaba una multiplicidad de tareas administrativas -una libertad para expresarse de su manera propia. Un día de 1930, a los treinta y cuatro años, dejó el monasterio y nunca regresó. Los hechos le dieron la razón: fue una ganancia para la causa de la cultura religiosa hindú, de la cual llegó a ser gran intérprete y representante. Con el tiempo, abandonó también el hábito color azafrán del sannyasin. Cambió su nombre a Anirvan, bajo el que llegó a ser conocido en todo el mundo; esto significaba también un cambio de perspectiva, de filosofía y de propósito en la vida. Era además una declaración de que ya no estaba ligado por los votos monáticos y que se liberaba de las cadenas que aún los devotos forjan para sí.

No se sabe mucho de su vida durante los próximos doce años. Peregrinó en la provincia de Assam y los Himalayas, pasando largos períodos de retiro, meditando, estudiando y escribiendo. Era, por disposición, un amante de la soledad y la naturaleza, aunque también creía en la aceptación del mundo y en compartir su vida con los demás. Durante sus años de peregrinaje vivió por temporadas en diversas ciudades, a menudo como huésped de su viejo amigo Biren Sen, oficial gubernamental que estuvo destinado en Delhi, Allahabad, Lucknow y sobre todo en Ranchi. Donde fuera que Anirvan se instalaba, un pequeño número de camaradas buscadores se reunía en torno a él. Compartía con ellos la luz que tenía, pero a la vez era cuidadoso en su informalidad y falta de pretensión; quería que él y los demás siguieran siendo libres. Durante el invierno tenía la costumbre de recorrer la India, visitando amigos en ciudades y pueblos, yendo a sitios históricos y lugares de peregrinación; esta gira invernal era un modo de mantenerse en contacto con las cosas.

En 1944 Sri Anirvan se instaló en una casa cerca de Almora, Uttar Pradesh -en las estribaciones del Himalaya. Allí realizó una traducción de la gran obra filosófica de Sri Aurobindo The Life Divine, y comenzó a redactar su propio libro Veda Mimamsa, por el cual habría de recibir el premio Rabindra Puraskar. Durante ese período comprendió plenamente el significado de una breve pero fulgurante experiencia de su niñez -a los siete años tuvo la visión reveladora de una joven de radiante belleza, cuyo encanto y misterio lo habían hechizado desde entonces. En Almora la reconoció como deidad que presidía su vida, “la Madre Divina nacida de la perfecta sabiduría” que -él sentía- le estaba transmitiendo el secreto de los Vedas, el significado de los sistemas filosóficos hindúes y la esencia de su heredad. Reconoció en ella a la Uma Haimavati de la Kena Upanishad, que conduce a Indra, rey de los dioses, hasta la Suprema Divinidad. A lo largo de toda su vida Sri Anirvan se mantuvo devoto e intérprete de este principio Haimavati.

Fue también en Almora que Sri Anirvan se encontró con Madame Lizelle Reymond, que fue discípula, biógrafa e intérprete de su filosofía en Occidente. Ella trabajó con él durante cinco años, manteniendo luego un íntimo contacto durante toda la vida.
Hacia 1954 Sri Anirvan se trasladó a Shillong en Assam; y en 1965 se instaló en los suburbios de Calcutta, que sería el campo de sus actividades por el resto de sus días. Continuaba escribiendo, y comenzó a dar conferencias y cursos más sistemáticos a un pequeño grupo de discípulos.
Se mantuvo activo, dando largos paseos y haciendo gimnasia, ya pasados los setenta. En julio de 1971 sufrió una caída que alteró su estilo de vida; las piernas quedaron paralizadas, y un examen posterior reveló que padecía de tuberculosis en las vértebras. Permaneció confinado al lecho los últimos siete años de su vida, dependiendo de los demás para todo. Sobrellevó su condición con ecuanimidad. Su cuerpo, que siempre había sido delgado, se volvió enjuto y débil, pero retuvo sus poderes mentales hasta el final; siempre había luz en su rostro, y una sonrisa. Sus discípulos Srimati Rama Chaudhuri y Dharmapala lo atendieron con devoción en ese largo período, cargando gozosamente con lo más pesado de la tarea. Falleció el 31 de mayo de 1978, a los ochenta y dos años.
Una vez dijo: “Mi ambición no es desmesurada: vivir una vida rica en impresiones, luminosa hasta el fin; dejar unos pocos libros que den cuenta de una vida de búsqueda de la Verdad, y algunas almas que se hayan encendido. ¿Mi meta? Simplemente, inspirar a las personas y darles la mayor libertad para que vivan su propia vida. Ni fama, ni instituciones ni glamour -nada. Vivir con simplicidad y morir luminosamente.”