Compositor a la parrilla

En tiempos del Bicentenario, un joven inquieto frecuentaba las aulas del antiguo Conservatorio Municipal. Sin mencionar sus brillantes logros académicos, una soprano ligera con la que se casó y varias amistades perdurables, mantuvo asimismo con cierto pedagogo una relación que, a pesar de la amplia brecha generacional, podríamos definir como ‘amistosa’.

El docente, un olvidado compositor del siglo veinte, era excéntrico y bastante desprolijo en su abordaje de las materias técnicas; recurría a la teoría de Darwin para explicar la evolución de la polifonía, a la mecánica cuántica –que ignoraba por completo– en el análisis de las obras de Ligeti, a las películas de los hermanos (hoy hermanas) Wachowski en relación con cualquier cosa y, en general, no hacía otra cosa más que divagar, cualquiera fuera la asignatura que correspondiera al día y hora dados, acerca de los temas más abstrusos.

Nuestro inquieto estudiante se encaprichó con ese profesor bizarro, y lo siguió durante varios ciclos lectivos en sus disparatadas excursiones en resbaladizos terrenos literarios, poéticos y filosóficos, hasta el borde mismo del desvarío esotérico…

Pasaron varios años. El maestro de música –ya jubilado– y su ex discípulo se reencuentran, en tiempos de pandemia, en un jubiloso intercambio epistolar por vía electrónica. El presente volumen da cuenta de ese diálogo fructífero, reflexivo y casi siempre humorístico, que ofrecemos a nuestros fieles lectores con la esperanza de brindar algo de luz, de sensatez y sano esparcimiento en una época de miedo, acechanzas y desconcierto generalizado.

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Gustavo Piris ha publicado hasta el momento cuatro volúmenes: un “libro de historias breves, en su mayoría de género o ribete fantástico”, una “obra integrada por relatos que abordan lo cotidiano con una mirada sardónica”, otra “recopilación de reflexiones que corresponden a un período de su experiencia como insomne”, y finalmente una “novela breve que narra una retorcida historia, que bien podría acontecer en nuestra alienada metrópolis”.

Los presentes “Diálogos ontológicos en tiempos de pandemia”, sin embargo, escapan a toda posible clasificación o descripción. El inocente intercambio de ideas y experiencias entre el autor y su hipotético corresponsal se vuelve de repente una esgrima bastante explosiva, donde las voces se desdoblan, como sucede muchas veces en la polifonía de Bach, dando lugar a nuevos personajes que exploran registros inusitados – desde la indagación filosófica más rigurosa hasta un humor casi soez.

El lector casual no sabría a qué atenerse ante las “modulaciones por equívoco”, las “disonancias sin preparación” y los “clusters armónicos” que introducen una mutación constante, oscilando entre la prosa coloquial y el verso, la lírica y la crítica costumbrista, la cita erudita y el panfleto. Textos para sorprenderse, indignarse, reírse o comenzar a reflexionar, lo único improbable de hallar en ellos será el aburrimiento.